Voy a ir al grano: mi novia y yo lo hemos dejado. Bueno, lo ha dejado ella, pero como yo también estaba… Y ahora estoy otra vez en el mercado, libre como un taxi.
Es terrible volver a intentar ligar, ni te acuerdas de cómo se hacia.
Te vas a una discoteca, te enciendes un cigarrito, te apoyas en la barra… Y a esperar a que vengan. Pero no vienen. Y a la primera tía que te hace caso, le preguntas:
– ¿Estudias o trabajas?
Y ella te contesta:
– Estudio, no te jode… ¿Qué te pongo?
Así es que como no pillas, te vas a tu casa, abres el cajón del pijama, ¿y qué te encuentras? ¡Una caja de condones a medias! Y te da un agobio: «¿Volveré a ponerme uno de estos alguna vez?» Y como te entra la nostalgia te lo pones… Y te dices: «¡Qué solitos nos hemos quedado!».
¡Tienes que hacer algo! Así es que tiras de agenda y empiezas. Por la A: Almudena, no, que habla mucho. Anabel, no, que fuma en pipa. Astilleros del Cantábrico… ¡Huy, qué lejos!, quita, quita… Por la B: Banessa, ésta no, que no sabe ortografía. Belén… ¿Belén?
– ¿Belén? ¿Te acuerdas de mí? Soy Arturo, que me apuntaste el teléfono en una servilleta… sí, hace siete años, en las fiestas de Algete, sí, sí, el que te tiró el cubata. ¿Qué tienes que ir a recoger al niño? Ah, vale, vale. ¡Era por tirar la servilleta!
Pero tú no eres el único que tira de agenda, tus amigos también. Así que Juanca y Mari te invitan a cenar a su casa. Tú llegas, con tu bandejita de pastas en la mano, y cuando pasas al salón, piensas: «Un momento. Si somos tres, ¿por qué hay cuatro platos en la mesa?»
Pues porque Mari tiene una amiga «supermaja», que «tampoco sale con nadie» y con al que «seguro que tiene muchas cosas en común». Eso de «supermaja» depende de si te hace gracia que sorba el flan. ¿Y cosas en común? Sí: la barba. ¡Vamos no es que tengamos cosas en común, es que es igual que yo!
Así es que ya desesperado te planteas: ¿dónde hay tías sin novio? ¡En un viaje organizado! Y allá que te vas. Pero cuando subes al autobús y ves esos caretos… te dan ganas de coger el micrófono del conductor y decir: «Vamos a ver, si hay alguien que sea feliz que levante la mano… y que se baje del autobús».
En fin, que estoy de oferta. ¡Y que es una pena que se desperdicien esos condones que tengo en casa!
Fuente: El club de la Comedia