Damas y caballeros, bienvenidos a la tragicomedia de la vida moderna, donde nuestros mayores desafíos no son dragones o ejércitos enemigos, sino algo mucho más temible y omnipresente: el doble check azul de WhatsApp. Sí, ese pequeño par de ticks que se ha convertido en el barómetro emocional de nuestra época. «¿Ha leído mi mensaje? ¿Por qué no responde? ¡Oh, cielos, está en línea y aún así me ignora!». Y ahí te quedas, mirando la pantalla, esperando una respuesta como quien espera la lluvia en el desierto.
Pero eso no es todo, amigos. ¿Qué me dicen de la batería del móvil? Esa fuente de angustia constante que determina nuestra ubicación geográfica. «¿Salir sin cargador? ¡Ni hablar! Podría quedarme atrapado en alguna parte sin poder pedir un Uber y… ¿caminar a casa? ¿Qué es esto, la Edad Media?». La batería baja es el monstruo debajo de la cama de todo adulto moderno, acechando, siempre lista para apagarse en el peor momento posible.
Y hablemos de las redes sociales, ese espejo mágico del Siglo XXI que nos dice quiénes son los más guapos, los más viajeros o los más felices del reino… o al menos, quiénes son los mejores en fingirlo. «¡Mira, otra foto de mi amigo en Bali! ¿Por qué mi vida no es tan emocionante?». Pero luego recuerdas que tú también publicaste una foto de tu comida que en realidad no era tan deliciosa, pero la luz era perfecta. Y así, en este mundo de ilusiones y filtros, vamos navegando, buscando likes como quien busca un tesoro.
No nos olvidemos del WiFi. Esa señal invisible y caprichosa que determina si tu día será productivo o si pasarás horas mirando un pequeño círculo girar en tu pantalla. «¿Cómo se supone que debo vivir en un mundo donde el WiFi es lento? ¿Acaso no es esto lo que Shakespeare quiso decir con ‘sufrir los golpes y flechas de la ultrajante fortuna’?».
Y en este mundo de primer mundo, donde nuestras tragedias son tan… cómodas, nos encontramos luchando batallas épicas contra molinos de viento digitales. Luchamos contra la batería baja, contra la cobertura del WiFi, contra el doble check azul y contra la presión de mostrar una vida perfecta en las redes sociales.
Pero, ¿saben qué? En medio de toda esta locura digital, todavía encontramos momentos de felicidad genuina. Como cuando tu batería dura todo el día, cuando el WiFi funciona a la perfección, cuando recibes un mensaje esperado, o cuando te das cuenta de que no necesitas validar tu vida a través de un like.
Así que, la próxima vez que te sientas abrumado por estos ‘problemas del primer mundo’, recuerda: la vida es más que un smartphone. Y si todo falla, siempre puedes apagarlo y disfrutar del espectáculo más antiguo del mundo: mirar las estrellas. Bueno, eso si no hay contaminación lumínica. ¡Salud, amigos digitales!