Así es amigos, el hombre y por qué no también la mujer, son estúpidos por naturaleza. Y lo demuestran los datos, por ejemplo, según la última estadística publicada de moral, aprensiones y otros problemas socioculturales de la revista «Hola», el miedo número uno de la humanidad, es el de hablar en público. ¡Me parece increíble que la muerte ocupe el segundo lugar! Y digo increíble, porque esto me lleva a la siguiente reflexión: En un entierro, el hombre promedio prefiere estar dentro de la caja de pino, que citando unas palabras a los parientes… que si los deseos se cumpliesen con tan solo pensarlos, más que a un entierro, asistiríamos a un suicidio colectivo.
Y mira que para mí más aterrador es lo de tirarse en paracaídas, desde un avión que está volando a 2000 metros de altura y a una velocidad de más de 300 Kilómetros por hora. En serio es aterrador, que cuando estés cayendo, te surja la vil pregunta: ¿cuál es la función del casco…? Porque a ver, uno se lo pone como medio de protección ¿no? Quiero decir, que el casco, en el hipotético caso que te metas una yoya a 2000 metros de altura y a una velocidad de 9,8 m/s² te va a amparar de todo peligro. Si es que hay muchas maneras de demostrar que a lo largo de la historia el hombre ha sido «poco listo», pero la del casco es la mejor. Me lo imagino. El hombre, como ser racional que es, resolviendo el problema… ¿Qué solución podríamos dar a todas esas actividades en las que el cráneo sufre de múltiples dolencias, fisuras y desgarros…?. Y el hombre mostró su racionalidad. En lugar de evitar esas situaciones, tiene que inventar unos sombreritos de plástico y colorines, para seguir rompiéndonos la cabeza. Pero no satisfechos con el invento, tenemos que aplicar una ley que obligue a usar el casco. O sea: ¡es obligatorio proteger un cerebro que funciona tan mal que ni siquiera intenta evitar que el cráneo en el que reside se rompa!
Pero amigos, esto no acaba aquí. No os creáis que el hombre es imbécil, solo en su aspecto colectivo no, el hombre va más allá, también es imbécil en su aspecto más individual. Todos nos creemos más inteligentes que los delincuentes. Ya sabéis, cada vez que pensamos: «me voy a meter en el mar, entonces escondo la cartera en las zapatillas para que no me la roben…» vale, mira tío, que tu cartera ha volado cuando vuelvas de hacerte esos larguitos delante de las chavalitas en bikini, es un hecho, pero al menos joder, no seas tan orgulloso y digas «Pues se me habrá caído dentro del mar» ¿En que parte del tanga la llevabas pillín?
Ahora, en cuestión de orgullo, dentro de la humanidad hay una categoría especial. Adulto, comprendido entre 25 y 40 años, con trauma psico-infantil por hincharse a ver de pequeño películas de Superman. ¿Acaso nunca habéis visto a un tipo llevando un colchón en el techo del coche? Va por la autopista a 140 kilómetros por hora con esa cosa monstruosa y tiene la mano fuera de la ventanilla, sosteniendo el colchón. No importa lo que lleve ahí arriba, siempre «está ayudando» con el brazo. Esa es una muestra clara del pensamiento «superhéroe masculino»: el infradotado está convencido de que, si el viento intenta llevarse ese inmenso objeto rectangular a 140 kilómetros por hora, él puede estar tranquilo porque «lo tiene controlado».
Buenas noches
Fuente: El club de la Comedia