¿Han observado la cantidad de tonterías que se han inventado últimamente con el rollo de la higiene? Ahora ya no basta con lavarse con agüita y jabón. Ahora hay que ponerse desodorante, body milk, sales de baño, ¡hurgarse las orejas con bastones! Hasta ponerse una tirita en la nariz para arrancarse los puntos negros… Que digo yo: ¿eso no es racismo? Y es que no hay límites. El otro día voy a comprarme un cepillo de dientes y me dice el dependiente:
– ¿Cómo lo quiere, con cabezal basculante, con las cerdas redondeadas, con el mango flexible?
¡Coño, yo sólo quiero un cepillo! ¿Y el hilo dental? Otra tonterÍa. De toda la vida, cuando tenías algo entre los dientes te lo limpiabas con el carnet de identidad…. o con la capucha del boli Bic. Y no acaba ahí la cosa, ahora, después de lavarte los dientes ya no vale enjuagarte con agua, ahora te tienes que enjuagar con ese líquido verde, que me han dicho que se llama colutorio es para la boca?
Porque con tanto potingue es muy fácil equivocarse. Piensen en los desodorantes: hay desodorantes para la boca, desodorante para los sobacos, desodorantes para los pies. Anda que si te descuidas y te pones el de los pies en la boca… Te olería la boca a pies. A pies limpios, pero a pies.
Y es que la higiene es como la droga, te metes, te metes y cada vez necesitas más. Ya no basta con quitar la mierda que se ve, ahora hay que meterse dentro de la piel y atacar a las bacterias. Antes le preguntabas a una señora qué era una bacteria y se creía que «la bacteria» era el mote de una vecina. Ahora cualquier madre sabe que tiene que limpiar a su niño por dentro hasta dejarle los intestinos tan limpios de bacterias como el inodoro. Porque resulta que tenemos hasta flora en los intestinos. Que hasta aquí hemos llegado. ¿Flora, yo? ¡Con lo que yo como! Yo, si acaso, tendré fauna.
Lo que digo es que ya no basta con estar limpios, hay que estar higiénicamente limpios. ¿Y quien la culpa de esto? ¡Pues las tías! ¡La higiene ha sido siempre una cosa femenina! ¿Que no? La prueba es que existe el «baño María». Pero ¿alguien ha oído hablar del «baño José»? Porque la tía domina el cuarto de baño, allí está en su territorio: no hay más que ver cómo se hace el turbante ese con la toalla cuando sale de la ducha, que piensas: «Colega , estás delante de la reina de Saba». Me pregunto dónde aprenderán a hacerse ese gorro tan perfecto. Yo lo he intentado y parezco Jomeini. Y luego se envuelven el cuerpo en otra toalla. Que ésa es otra…. ¿Cómo coño se sujetan las tías esa toalla para que no se les baje ni un milímetro?
No nos engañemos, nosotros no encontramos incómodos en el cuarto de baño. Porque el hombre, por mucho que se le hable de los limones del Caribe, si se moja, se encoge. Se encoge todo. A ellas, en cambio, hasta parece que les crecen las tetas. Las mujeres están tan a gusto en el cuarto de baño que cuando terminan de ducharse, en realidad sólo acaban de empezar. Me explico.
El otro día me estuve fijando y mi chica tiene un montón de botes. Y se los pone todos: la mascarilla del pelo, el acondicionador, la crema reafirmante, la anticelulítica, la hidratante, la leche corporal, el Cola-Cao…..Todo lo que pilla. Y cuando crees que ya ha acabado, vas al baño y le dices:
-Pero , ¿todavía ahí?
Y te suelta:
-Si, ahora me estoy quitando las pieles muertas.
¡Las pieles muertas! ¡Las mujeres tienen pieles muertas! ¿Pero con quién acabo yo de echar un kiki, con el lagarto de V? Y ésa no es la piel más rara de las mujeres, también tienen piel de naranja. Por eso las mujeres se lavan a la piedra, como los vaqueros. A la piedra pómez. Que alguno pensará: ¿Quién será el tal Pómez?. Pues muy fácil, ¡el único tío que se pasa a todas las tías por la piedra! ¿Que no?
Las mujeres se lavan tan a fondo que hasta se compran unas bolsas enormes de algodones de colores en bolitas. ¿Para qué? ¡Pues para hacerse la prueba del algodón! Y luego hay que depilarse… Esto a mí ya me da miedo. El otro día entré en casa y oí:
– Ah, ahhh….
Estuve a punto de coger el trabuco. Pero sólo se estaba depilando.
Entre unas cosas y otras resulta más barato invitarlas a cenar que se laven. Eso sí, cuando salen están perfectas, felices, guapísimas y te dicen:
– ¡Venga, ahora tú!
Y aquí empieza el ritual higiénico masculino: de entrada nos miramos en el espejo y hacemos posturitas, escondemos la barriga, nos miramos la pilila…. ¿Es higiénico? No, pero nos gusta. Y si en ese momento entra ella, para disimular, le enseñamos la pilila y hacemos «el elefante». Pero ella, sin inmutarse, te dice:
– Perdona, chato, no llevo las lentillas. Entonces nos metemos en la ducha y mientras nos estamos enjabonando… meamos ¿Es higiénico? No, pero nos gusta. Además esto tiene su explicación, los tíos meamos para marcar territorio, como los perros, y para demostrar que aunque nos duchemos, no nos estamos afeminando.
Cuando salimos de la ducha nos miramos en el espejo el champiñón, para ver cómo ha encogido, y piensas en lo que deben de pensar tus compañeros cuando te duchas en el gimnasio. Así es que te la tocas un poquito hasta que se recupera, buscas a tu chica y le vuelves a hacer «el elefante». Como ya se ha puesto las lentillas, te contesta:
– ¿Pero tú estás tonto o qué? ¿Te quieres dar prisa?
Y para hacerle caso, agarras los gallumbos del día anterior, te los pones y sales corriendo del cuarto de baño. ¿Es higiénico? No, pero nos gusta.
Fuente: El Club de la Comedia