El gigante

En una calle de Sevilla, en pleno agosto, a las cinco de la tarde, con 40º C a la sombra, una multitud se agolpa en un portal. En frente, un señor en cambio se tuesta al sol. Una viejecita, sorda casi totalmente, al pasar queda sorprendida de toda la gente allí presente y pregunta:

«Perdone, ¿me podría decir que hace tanta gente aquí?»

«Sí, claro, es que se ha muerto Roberto, un viajante. Lo van a llevar ahora al cementerio».

«¿Qué dice joven, qué aquí vivía un gigante

«Un gigante no, un viajante, un vendedor…»

«Ya, ya le he entendido. ¿Y estaba casado el gigante?»

«Sí, señora, estaba casado, pero no era un gigante, era un VIAJANTE».

«¡No me grite, joven! ¿E hijos, tenía hijos el gigante?»

«Sí, un niño y una niña, pero no era gigante, era VIAJANTE, un vendedor…»

«Ya, ya, ya sé que era gigante… ¡Qué pena de muchachos!»

«¡Señora, que es un VIAJANTE!»

En esto, sale por la puerta del portal el ataúd con el cuerpo del viajante y, la señora fijándose que es un féretro de tamaño normal le reprocha:

«Oiga, ¿y en ese ataúd va el gigante?»

«No, señora, ahí va su pene, el gigante viene detrás»

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