¡Cómo pueden llegar a ser las niñas! esas que te miran con esa carita de ángel pero que a la hora de la verdad pueden estar pensando que como te descuides te la lío. Las que tienen la cara de no haber roto un plato en toda su vida son las peores y la que luego más puede llegar a sorprender.
Para demostrarlo os dejamos un chiste donde un hombre mayor se tiene que cerrar la boca ante el corte que le da una niña pequeña, y es que por muy pequeñas que sean, hoy en día están muy resabiadas.
Se encontraba un caballero sentado en un avión junto a una niña de mirada tierna y angelical. El hombre, quizás agobiado por el vuelo, se gira hacia la niña y le dice:
– ¿Qué te parece si charlamos un poco? me han dicho que los vuelos se hacen más pasables y cortos si se habla con la persona que tiene al lado.
La niña, con un ligero giro de ojos hacia el techo, y un sutil e imperceptible cabeceo, cierra el libro que acababa de abrir y le pregunta en un lenguaje impropio de su edad:
– Muy bien, ¿sobre qué le gustaría conversar?
El hombre, que se ve que muy ducho no era en el trato con las niñas, le contesta:
– Pues no sé, ¿qué te parece sobre física nuclear?
-”Bueno”, le responde la niña, “pero primero permítame hacerle una pregunta: un caballo, una vaca y un ciervo comen la misma hierba. Sin embargo, los excrementos del ciervo son pequeñas bolitas, el de la vaca una auténtica plasta mientras que el del caballo más bien es como ua pelota seca y pastosa. ¿Por qué piensa que, comiendo lo mismo, sin embargo, hagan sus heces tan distintas?”
El caballero, muy sorprendido por haber encontrado una niña tan inteligente, se lo piensa un momento, y le responde:
– Pues no tengo ni idea, la verdad.
La niña, de nuevo con su mirada tierna y angelical, le vuelve a contestar al caballero:
– Y ahora, dígame Usted, ¿de verdad se siente capaz de hablar de física nuclear cuando ni siquiera sabe de mierdas?