Una chica que se las da de santa arrepentida va a confesarse. El padre, dentro del confesionario, le pide que empiece a contar sus pecados.
-Padre, el Sábado me vine de vacaciones al pueblo. Estaba sola en mi casa de campo, y tuve que llamar al electricista para que me cambiara una bombilla, un hombre alto y formado, y bueno con la oscuridad, me deje llevar y terminamos acercándonos y de alli como la cama estaba cerca, echamos un polvito.
Pero estoy tan apenada.
El padre se saca una carterita de ron y se agacha para echarse un buche.
-Ay Padre huele como a licor.
-Siga adelante hija no se distraiga.
-Bueno, resulta que el Domingo tuve problemas de humedad, y tuve que llamar un plomero para que me revisara la cañería. Un joven muy simpático vino a casa, y mientras lo ayudaba con las herramientas empezamos a acercarnos y a sentir calor, así que fuimos a revisar el baño, y ahí terminamos revisándonos mutuamente.
Pero estoy tan apenada. Padre, ¿no huele como a aguardiente?
-Continúe hija- dice el Padre soltando la carterita entre la sotana.
-Ayer Padre, fue horrible, se me quedo cerrada la puerta del cuarto y la llave adentro, así que llame a un cerrajero y de una vez al carpintero para que me forzaran la puerta y después me hicieran un remate si quedaba muy estropeada. Entonces mientras estábamos forcejeando la puerta nos fuimos empujando unos con otros de cerquita, y ahí comenzó todo, entre los dos chicos me hicieron un buen trabajo.
¡Ay pero estoy tan arrepentida!
Oiga Padre, ahora si estoy segura de que me huele a aguardiente. Y además del barato.
– ¡Coño, hija! ¿Vas a seguir? A mi hace rato me huele a puta y no he dicho nada.