Vivir en la Luna, ¿te lo imaginas? Sí, ya sé que suena como un episodio de «Black Mirror», pero imagina que Elon Musk se cansa de Twitter y decide: «¡Ya es hora de mudarnos a la Luna, muchachos! Tesla en la Luna, SpaceX en la Luna, Grimes DJ-ing en la Luna… todo en la Luna». Y claro, la gente pensaría: «¡Oh sí! ¡Una nueva frontera! ¡Vamos a hacer historia!». Pero, amigo mío, permitidme que os pinte un cuadro un poco más realista de lo que sería la vida lunar.
Primero que nada, el wifi. ¿Cómo sería el wifi en la Luna? Me imagino que algo así como el dial-up de los años 90. Ya sabes, ese sonido: «errrrr, eeeeee, brrrrrrr». Y cuando finalmente te conectas, te darás cuenta de que no puedes ver Netflix, solo puedes acceder a la página web de la NASA. Buen entretenimiento, sí señor. Ah, ¿quieres actualizar Instagram? Olvídalo, tus selfies en baja gravedad tardarán como tres semanas en subirse.
Ahora, hablemos del paisaje. ¿A quién no le encanta un buen paisaje, verdad? Aquí en la Tierra tienes playas, montañas, selvas… En la Luna, tienes rocas. Y más rocas. Ah, ¿esa de allá? Sí, es otra roca. Pero espera, hay una cosa que varía: el tamaño de las rocas. Y como bonus, todo viene en el mismo color: gris lunar. De verdad que si tienes una cita romántica en la Luna, no te recomiendo que te lleves a tu pareja a un paseo para «disfrutar de las vistas». A menos, claro, que quieras terminar soltero, o peor aún, casado con una roca.
Ahora, déjame hablar de la comida. Adiós a la pizza, adiós a los tacos, adiós a cualquier cosa que no sea deshidratada y envasada al vacío. Tu cena será algo así como «Pollo a la Marsala Espacial» que sabe más a cartón que a Marsala. Y no, no puedes pedir comida a domicilio, a menos que quieras esperar seis meses por un repartidor muy, pero muy, perdido.
Y ni me hagas empezar con la ropa. Aquí en la Tierra, si hace calor, te pones unas bermudas y una camiseta, y listo. En la Luna, no importa si hace calor o frío; siempre te tocará llevar ese glamuroso traje espacial que parece sacado de una película de ciencia ficción de bajo presupuesto. Imagínate intentando ligar en un bar lunar: «Hola, guapa. ¿Vienes aquí a menudo?» Y antes de que puedas decir «Houston, tenemos un problema», te darás cuenta de que estás hablando con una roca, porque todo el mundo más lleva el mismo traje espacial y casco que tú, y no hay manera de diferenciar quién es quién.
Ah, ¿y la gravedad? Si te caes aquí en la Tierra, te levantas y sigues caminando. En la Luna, si te caes, te conviertes instantáneamente en un astronauta de la gimnasia rítmica, dando vueltas en el aire. Y si te gustan los deportes, olvídate del fútbol o del baloncesto. Todo sería como una versión en cámara lenta y aburrida. Imagina intentar marcar un gol y tener que esperar cinco minutos mientras la pelota flota lentamente hacia la portería.
Así que la próxima vez que escuches a alguien decir: «¡Vámonos a vivir a la Luna, será emocionante!», piénsalo dos veces. A menos que quieras una vida llena de rocas, comida de cartón y wifi que va más lento que un caracol en un día lluvioso, te recomiendo que te quedes donde estás. Ah, y un último detalle: si tienes mascotas, olvídalo. Intenta explicarle a tu perro que no puede ladrar o que debe hacer sus necesidades en una bolsa espacial. Mejor ni lo intentes.
Entonces, resumiendo, si estás pensando en mudarte a la Luna, primero piensa en el wifi, en la comida, en las rocas, y en lo mucho que te extrañarán tus mascotas. Porque si no, es muy posible que te encuentres pagando una hipoteca lunar por un trozo de roca gris, comiendo «Pollo a la Marsala Espacial» y teniendo como única compañía a otra roca que has decidido llamar «Pedro». Y créeme, Pedro no es muy buen conversador.
¿Mi consejo? Mantén los pies en la Tierra, pero si de verdad quieres emociones espaciales, compra un telescopio. Es más barato, y las rocas son igual de emocionantes desde aquí. Ah, y lo más importante: aquí el wifi funciona.